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Tuesday 7 December 2010

Logrará Salvarse la Unión Europea?

El Viejo Mundo ha sido el continente donde mas sangre se ha derramado en la historia de la humanidad. Los últimos 500 años reflejan como este compacto espacio geográfico ha sido el escenario de interminables batallas entre los principales imperios que han governado en lo mas alto del orden mundial. Por esta razón, no es coincidencia que al término de la Segunda Guerra mundial, la guerra mas sangrienta de la historia, los principales protagonistas - y victimarios - de esta historia hayan decidido buscar un modelo de integración que les permita convivir en relativa armonía, buscando así alejarse de los fantasmas batallistas que durante siglos habitaron su ímpetu existencial. 

El proyecto de la Unión Europea (UE) surgió, entonces, como un mecanismo bajo el cual la articulación económica rompería con el patrón de competitividad entre los históricos líderes Europeos. El éxito ascendente que lo rodeaba fue cautivando el interés de mas paises vecinos, así como la envidia de la comunidad internacional. Se llegó a pensar, incluso, que el Euro podría llegar a sustituir en un futuro al dolar como la principal moneda de reserva internacional. Instituciones universitarias, centros de pensamiento, líderes políticos e incluso críticos del multilateralismo sucumbían ante el gigante económico que el mundo había creado. Sin embargo, los sucesos financieros del 2008 han reactivado un debate que parecía unánime hasta hace tan solo unos años. La crisis económica mundial ha herido gravemente a la UE, incluso tan hondo que puede llevarla al borde del fracaso.

Las crecientes tensiones entre los PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia, España) y Alemania, por la forma como este último ha decidido afrontar el liderazgo frente a la crisis monetaria del Euro dejan entrever dos hechos: Primero, la integración de la UE no va más allá de los lazos económicos. Y segundo, la forzosa homogenización económica que causó dicha integración entre los miembros de la Unión, con economías sustancialmente diferentes unas a las otras, está empezando a sacarle factura al proyecto económico. 

En primer lugar, hay que ser consecuentes con un hecho: no se han exorcizado los sentimientos y mea-culpas del pasado. Los griegos todavía reclaman las pertenencias incautadas en el asalto Nazi, los Franceses todavía expulsan grupos étnicos de su país, los Ingleses siguen apelando a su delirio de grandeza al cerrar cada vez mas las puertas de su 'imperio' a la inmigración, y los Alemanes consideran que de sus bolsillos no debe salir ni un centavo para financiar la deuda de países 'irresponsables' en Europa. Dicho de otra manera, el mecanismo de integración de la UE permite el libre flujo de bienes y servicios; de capital económico y humano; la adopción de una misma moneda; y el beneficio en movilidad para poderse tomar un vino en la Costa Brava española, comerse una pasta en el centro de Italia, y disfrutar de las joyas artísticas del renacimiento en París. Sin embargo, la integración social no goza de la misma mecánica, ya que depende de la reconciliación de una serie de variables que todavía están en proceso de superación. Y he aquí un problema sensible para la situación que afronta la UE actualmente.

Frente al segundo elemento, es importante resaltar la evidente falta de coordinación macroeconómica frente a la amenaza que representa la desestabilización fiscal. Alemania por un lado acumula un enorme superábit gracias a su sólido progreso económico. Sin embargo, parte de este crecimiento se debe al volumen de exportaciones que maneja en Europa, dentro de la UE misma. Por esta razón - y con toda razón - sus vecinos critican que este superábit no sea invertido en incentivar la demanda local, lo que a su vez incrementaría las exportaciones de los demás países de la UE. Por otro lado está el hecho irremediable de que cada país cuenta con una realidad económica diferente. El delicado estado en el que se encuentran las economías de los PIIGS hace pensar que el proyecto federado carece de un mecanismo de rescate económico sólido y suficiente para salvar a estos países de un rescate forzoso del FMI - algo que quieren evitar a toda costa.

Si Angela Merkel mantiene inamovible su posición frente a la crisis Europea, los dirigentes de los países fuertemente golpeados uno a uno irán manifestando su inconformidad, echándole carbón a un fuego que puede repercutir en una mayor desestabilización del Euro, lo cual tendría consecuencias desastrozas para las políticas austeras que algunos países han decidido adoptar para enfrentar la crisis. Esperemos que no sea el principio del fin de un proyecto que buscaba, por sobretodas las cosas, generar una atmósfera de integración lo suficientemente sólida como para ponerle fin a más de 500 años de violencia y barbarie que marcaron la historia de la humanidad como la conocemos.