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Saturday 2 October 2010

Una escuela de pensamiento crítico: La izquierda que necesita Colombia

Los proyectos socialistas revolucionarios, que tanto sacudieron la estabilidad democrática en Latino América en décadas anteriores cuando el mundo presenciaba el pulso político e ideológico de la Guerra Fría, se caracterizan hoy por ser un fenómeno anacrónico carente de identidad más que una filosofía romántica con fines sociales. Esta realidad se ve reflejada parcialmente en la transición que han sufrido las guerrillas colombianas en los 60 años de conflicto armado, a pesar de que el discurso ideológico sigue siendo el anzuelo empleado por estos grupos milicianos para continuar reclutando coercivamente campesinos inocentes, mujeres y niños. 

Dicha transición del idealismo a la demagogía, desembocando finalmente en el narcoterrorismo, ha dejado un vacío ideológico y de pensamiento crucial para la consolidación de la democracia plularista que el país tanto anhela; un espacio al libre pensamiento, a las ópticas revisionistas y al humanismo, capaces de aportar una oposición constructiva a las políticas de desarrollo y de gobierno en un momento en el que el país mejor las necesita.

De nada sirve tener una izquierda aliada con las arcas de la ilegalidad, de nada sirve tener una izquierda que desprestigia al país en la comunidad internacional como lo hizo la senadora Piedad Córdoba, de nada sirve tener una izquierda clientelista y corrupta como lo es la actual administración del Polo en la alcadía de Bogotá. La izquierda como la conocemos debe desaparecer sutilmente para darle cabida a una nueva izquierda que meta sus manos en la masa, que tenga la capacidad y el liderazgo para diseñar políticas públicas que contribuyan al desenredo del nudo en las arterias del desarrollo - un ejemplo de lo anterior es la política de restitución de tierras impulsada originalmente por Gustavo Petro en su precandidatura presidencial -, que genere centros de pensamiento que vinculen académicos, intelectuales, docentes, políticos, científicos y representantes de la sociedad civil de todas las clases sociales y regiones del país, que valore y respete los recursos del estado como sagrados, que comprenda y trabaje la riqueza de las economías rurales y que promueva insaciablemente políticas de educación tanto civil como académica que nos permitan construir como sociedad y vivir como tal. 

Dicho de otra manera, la izquierda Colombiana debe replantear su estrategia política y social y sacudirse así del estigma revolucionario que tan mal cae en un país tan golpeado por una guerra que parece de nunca acabar. Sólo así lograremos un verdadero Acuerdo de Unidad Nacional, donde el concepto de exclusión no cabe dentro del vocabulario. La fábrica social únicamente funciona a plenitud si los que hacemos parte de ella abrimos nuestra mente a una escuela de pensamiento crítico, sin miedos y sin juicios.

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